jueves, 13 de abril de 2017

"No quiero creer, quiero saber", Carl Sagan

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré

El “no quiero creer, quiero saber”, de Carl Sagan, yo lo explico de la siguiente manera:

Imagínate que tú naciste en Santo Domingo, República Dominicana, y que viviste en esta ciudad, sin salir de ella, hasta tus 18 años de edad.

Todo el tiempo tus padres, tus familias y tus vecinos te hablaron de una ciudad llamada Santiago de los Caballeros, también de República Dominicana. Te hablaron de lo bonito que era el malecón de esa ciudad, del impresionante azul del mar, y de lo bien que se pasa una tarde observando el oleaje desde el Monumento a los Héroes de la Restauración.

Entonces tú ya adulto un día decides ir a Santiago de los Caballeros a vivir aquella realidad que solo conocías de los relatos que habías escuchado de tus padres, tus familias y tus vecinos. Y llegas a Santiago de los Caballeros, pero allí no hallas ningún malecón, ningún mar, y desde el Monumento a los Héroes de la Restauración solo puedes ver, a la redonda, caseríos interminables.

Ese mismo día tú recorres aquella ciudad de punta a punta y no hallas nada de costas ni de malecón ni de mar; y le preguntas a los residentes de allí sobre lo que te habían contado y ellos te dicen lo que tú ya has comprobado: esta no es una provincia costera, por lo tanto, no hay malecón ni mar que pueda observarse desde el Monumento a los Héroes de la Restauración.

Tú regresas a Santo Domingo, y cuentas tu experiencia a tus padres, a tus familias y tus vecinos, pero ellos insisten en que aunque tú no hayas visto el malecón de Santiago de los Caballeros debes creer aquello por fe, y que te va a comer el cuco si dudas de que Santiago de los Caballeros es una provincia costera, con un malecón y un mar que puede observarse desde el Monumento a los Héroes de la Restauración. ¿Qué pensarías tú, de tus padres, de tus familias y de tus vecinos?

Eso es lo que le pasaría a cualquier ser humano que se interese en estudiar objetivamente el fundamento del cristianismo. Una vez hemos ido a Santiago de los Caballeros, ya jamás creeremos que se trata de una provincia costera, y que desde el Monumento a los Héroes de la Restauración puede observarse el malecón, el impresionante azul del mar y su imperturbable oleaje. Ahora ya no creemos, ahora sabemos que lo que nos contaron era una simple fantasía.

Todo fue una fantasía, una fantasía innecesaria. Y cuando nuestros padres, familias y vecinos continúan hablándonos de que Santiago de los Caballeros es una provincia costera, sentimos compasión por ellos. Y nos duele cuando vemos cómo continúan contando sus relatos a otros niños, puesto que sabemos no solo que los están engañando, sino que los están abusando descaradamente, porque aquellos relatos se los repiten en la escuela como si se tratara de historia, como si se tratara de un hecho real, incluso incuestionable.

1 comentario:

Menfis Sierra dijo...

Grandioso ejemplo de una de las enfermedades europeas mas grandes que nos han dejado