miércoles, 11 de mayo de 2016

El Novenario Ateo

Orbis Beltré
Por Orbis Beltré

PRIMERO: el ateísmo no niega a ningún dios; de hecho, el ateísmo tampoco prescribe la inexistencia de dioses. Los dioses, desde el ateísmo, se reputan existentes en cada libro "sagrado" que hable de un dios, y se los considera como una manifestación cultural, o sea, una creación humana.

SEGUNDO: el ateísmo no apoya ni promueve la homosexualidad, sino que, no distingue entre un homosexual y un heterosexual; a ambos los ve simplemente como seres humanos. Si los ateos hemos causado la impresión de que estamos a favor de la homosexualidad, es porque se pretende ilegitimar nuestra postura contestataria ante cualquier actitud de organizaciones religiosas o de particulares, dirigida a mancillar el honor de seres humanos, por su orientación sexual.

TERCERO: el ateísmo no es un manual antirreligioso; es, no más, la otra cara de la moneda, la otra visión de lo existencial, de la naturaleza, de la vida, del universo y del sentido que todo esto pudiera o no tener.

CUARTO: el ateísmo no es una creencia, sino un llamado a la sapiencia. Y se apoya para ello, en la promoción de la duda. Descartes decía que se podía dudar de todo, menos de la duda; pero los ateos decimos que hay que dudar incluso de la duda, y de la duda de la duda, y de la duda de la duda de la duda, y seguir dudando. El ateísmo tiene por objeto todo lo contrario de lo que tiene por objeto la religión; el ateísmo quiere a un ser humano que se vea cada vez más pequeño ante su capacidad de asombro; el ateísmo quiere a un ser humano que jamás ponga límites a su imaginación; el ateísmo quiere a un ser humano investigador acucioso, que le mantenga siempre y por siempre impedida la entrada a su léxico, a las palabras “eso no se puede saber”.

QUINTO: en cuanto a las iglesias y Estado, el ateísmo solo aboga porque las iglesias no manden sobre el Estado, porque las iglesias no se abroguen las responsabilidades del Estado en materia de legislar para una cohesión social basada en el respeto y la tolerancia de la diversidad ideológica por la que se caracterizan los seres humanos. El Estado es objetivo, es de todos, por todos y para todos; mas las iglesias son de carácter subjetivo y particular. Planteamos no un Estado ateo, lo que planteamos es un Estado laico.

SEXTO: no postulamos los ideales ateos como la solución de nada. El ateísmo, ante los retos de la humanidad y respecto a la religión, solo advierte un camino –tal vez- mucho más largo, aunque no necesariamente más difícil de recorrer, en la búsqueda de una felicidad sensata más allá de nuestra niñez.

SÉPTIMO: sí, los ateos nos reunimos, pero diferente a las reuniones de religiosos, las nuestras son para exponer ideas y debatirlas… no hay entre nosotros una idea incuestionable; no hay entre nosotros a quién rendirle culto; no hay entre nosotros una autoridad mayor que el Método Científico.

OCTAVO: a los ateos no nos interesa convencer a nadie. No vamos por el mundo diciendo que somos los que estamos correctos; y tampoco ofrecemos o garantizamos a quienes decidan ser ateos, paz, prosperidad, salud, felicidad, ni una vida eterna sin problemas de ningún tipo. El ateísmo no es atractivo, no es un producto que pueda ser vendido. Por eso se llega a ser ateo por uno mismo.

NOVENO: a los ateos nos repelen las palabras “verdad absoluta”. Los ateos no admitimos en nuestros dominios a nadie que se atreva a hacer un uso tan abusivo de la arrogancia. De lo único que podemos estar seguros los ateos es de no tener la verdad, y menos con la agravante de “absoluta”. La cosmovisión atea es una ecuación infinita que, incluso si en su camino chocare con un dios, sería capaz de pulverizarlo y continuar en su búsqueda del saber. Rechazamos a cualquier dios o autoridad que sea incapaz de consentir nuestra inagotable necesidad de saber.