Al abrir el periódico en el día de hoy, nos encontramos un titular que sólo es
posible que aparezca en países cuyas instituciones se encuentran dirigidas por
personas tan intoxicadas por adoctrinamientos arcaicos que OLVIDAN el rol que
desempeñan. En este caso, el magistrado Milton Ray Guevara “suapea”
literalmente con el mandato que tiene como presidente del Tribunal
Constitucional de hacer valer nuestra Constitución.
Son unas declaraciones que de manera descarada enseñan a los dominicanos que el
TC está dirigido por una persona que no cree en la Constitución ni en los
Derechos Fundamentales que esta salvaguarda. Sus palabras informan a cualquier
dominicano que tenga intenciones de acudir a la justicia para que le sean
protegidos sus Derechos Fundamentales, de que esa tutela judicial efectiva no
existe, de que en la configuración actual del TC no hallará decisiones apegadas
a LA LEY, sino a la Biblia (con notables excepciones).
Lo verdaderamente GRAVE es que el presidente del Tribunal Constitucional
(preciso subrayar lo de Constitucional), se salte tan soberanamente y con la
mayor irresponsabilidad e irrespeto al tribunal que representa, nuestra Carta
Magna, nuestra ley de leyes, la Constitución de la República Dominicana,
concretamente:
Artículo 39 que establece el derecho a la igualdad, y prohibe específicamente
la discriminación por motivos religiosos. Ray Guevara ASUME con sus
declaraciones que todos creemos en su Dios y oramos.
Artículo 45 que obliga al Estado a garantizar la libertad de conciencia y
cultos. Estas declaraciones, proviniendo de quien tiene que garantizar esta
libertad, colocan en una situación de desconfianza a quienes no comulgamos con
las creencias que Ray Guevara promueve públicamente, haciéndonos sentir
indefensos ante un TC que NO VA a garantizar nuestras libertades.
Cabe recordarle al magistrado Ray Guevara el artículo 184 de la Constitución,
que establece la función del Tribunal Constitucional, a saber garantizar la
supremacía de la Constitución, la defensa del orden constitucional y la
protección de los derechos fundamentales. Quizás debamos refrescarle el
significado de la palabra “supremacía”. La Biblia NO TIENE cabida en nuestro
ordenamiento jurídico actual.
Todo esto sin entrar en el debate sobre lo absurdo que es encomendar una
problemática tan grave como los feminicidios a la oración; en concreto, a dos
jornadas de oración de 10 y 15 minutos, que al parecer según él, dan una
especie de garantía de que el barbudo, de golpe y porrazo, elimine los
feminicidios. Que esto lo diga un sacerdote es comprensible, pero que el
presidente del TC recurra a la superstición en detrimento de la
institucionalidad, en lugar de promover desde su esfera políticas públicas, es
de una desfachatez pasmosa.
Ante esta perspectiva, si el fundamento de nuestro ordenamiento jurídico es la
Biblia, estamos perdiendo el tiempo y engañándonos con una Constitución que
establece un Estado Social y Democrático de Derecho, con un gobierno civil,
republicano, democrático y representativo. Estamos jugando a ser un Estado de
derecho tal como los niños juegan a la casita. Mejor haríamos convocando a la
Asamblea Nacional Revisora y declarando lo que en la práctica de las
instituciones dominicanas se configura más bien como el Estado Talibánico
Cristiano de la República Dominicana, estableciendo como fuente del derecho la
Biblia. Así, podremos resolver las problemáticas sociales con jornadas de
oración y tribunales eclesiásticos. En este Estado, indudablemente que Ray
Guevara tiene garantizado un espacio.
Puestos a saltarnos las mayores conquistas de la humanidad a partir de la
Revolución Francesa en materia de derechos individuales y colectivos, démosle
la estocada de gracia a este Estado laico que nunca fue.
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