Orbis Beltré |
Por Orbis Beltré
El “no quiero creer, quiero saber”, de Carl Sagan, yo
lo explico de la siguiente manera:
Imagínate que tú naciste en Santo Domingo, República
Dominicana, y que viviste en esta ciudad, sin salir de ella, hasta tus 18 años
de edad.
Todo el tiempo tus padres, tus familias y tus vecinos te
hablaron de una ciudad llamada Santiago de los Caballeros, también de República
Dominicana. Te hablaron de lo bonito que era el malecón de esa ciudad, del
impresionante azul del mar, y de lo bien que se pasa una tarde observando el
oleaje desde el Monumento a los Héroes de la Restauración.
Entonces tú ya adulto un día decides ir a Santiago de
los Caballeros a vivir aquella realidad que solo conocías de los relatos que
habías escuchado de tus padres, tus familias y tus vecinos. Y llegas a Santiago
de los Caballeros, pero allí no hallas ningún malecón, ningún mar, y desde el
Monumento a los Héroes de la Restauración solo puedes ver, a la redonda,
caseríos interminables.
Ese mismo día tú recorres aquella ciudad de punta a
punta y no hallas nada de costas ni de malecón ni de mar; y le preguntas a los
residentes de allí sobre lo que te habían contado y ellos te dicen lo que tú ya
has comprobado: esta no es una provincia costera, por lo tanto, no hay malecón
ni mar que pueda observarse desde el Monumento a los Héroes de la Restauración.
Tú regresas a Santo Domingo, y cuentas tu experiencia a
tus padres, a tus familias y tus vecinos, pero ellos insisten en que aunque tú
no hayas visto el malecón de Santiago de los Caballeros debes creer aquello por
fe, y que te va a comer el cuco si dudas de que Santiago de los Caballeros es
una provincia costera, con un malecón y un mar que puede observarse desde el
Monumento a los Héroes de la Restauración. ¿Qué pensarías tú, de tus padres, de
tus familias y de tus vecinos?
Eso es lo que le pasaría a cualquier ser humano que se
interese en estudiar objetivamente el fundamento del cristianismo. Una vez
hemos ido a Santiago de los Caballeros, ya jamás creeremos que se trata de una
provincia costera, y que desde el Monumento a los Héroes de la Restauración
puede observarse el malecón, el impresionante azul del mar y su imperturbable
oleaje. Ahora ya no creemos, ahora sabemos que lo que nos contaron era una
simple fantasía.
Todo fue una fantasía, una fantasía innecesaria. Y cuando nuestros padres, familias y vecinos continúan hablándonos de que Santiago de los Caballeros es una provincia costera, sentimos compasión por ellos. Y nos duele cuando vemos cómo continúan contando sus relatos a otros niños, puesto que sabemos no solo que los están engañando, sino que los están abusando descaradamente, porque aquellos relatos se los repiten en la escuela como si se tratara de historia, como si se tratara de un hecho real, incluso incuestionable.