Eduardo León |
Por Eduardo León / Abogado – Activista por un Estado Laico
en RD.
En fecha 2 del mes de marzo del presente
año, en la sección “Diálogo Libre” del periódico Diario Libre, el Presidente
del Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE), Reverendo Fidel Lorenzo
Merán, expuso sobre varios temas que suscitan nuestro interés particular.
El Reverendo habló de muchos temas, y es
justo iniciar este escrito con aquellas cosas en las que estamos de acuerdo.
Por ejemplo, compartimos su opinión sobre los pastores y sacerdotes que
delinquen y su tratamiento por parte de la justicia. Creemos que habla por toda
la sociedad dominicana cuando afirma que “esa es una de las debilidades del
Concordato, porque establece un fuero jurídico para los funcionarios de la
iglesia católica que cometen algún delito. Aunque sean encontrados infraganti,
no pueden ser juzgados y condenados en el país, tienen que ir al Vaticano”.
Estamos completamente de acuerdo en que
deben ser procesados sin miramientos especiales. Del mismo modo cuando habla de
la corrupción y de “la pérdida del asombro en el aumento de modelos políticos
viciados con niveles de corrupción muy altos”. Asimismo, apoyamos sus
consideraciones sobre que no se ha avanzado en la seguridad ciudadana ni en la
lucha contra la corrupción en la manera que la población lo desea.
Sin embargo, debemos hacer tres críticas
importantes, que desglosamos a continuación:
I. Igualdad religiosa, una cuestión de
dinero.
Para comenzar, coincidimos en un 100%
con la afirmación expresada por el Reverendo de que no existe igualdad
religiosa en el país. Hacemos nuestra la opinión del pastor de que subsidiar a
los católicos perjudica la práctica de otros grupos.
Sin embargo, debemos matizar esa
coincidencia de opiniones, pues cuando se trata de los subsidios por parte del
Estado, entendemos que ningún grupo religioso merece tal cosa.
Cuando usted reclama que el Estado debe
“dar a los evangélicos el lugar que les corresponde, ya que representan entre
el 22% y el 30% de la población dominicana”, se nota a leguas que su interés no
es que el pueblo dominicano elimine el lastre económico que implica subsidiar y
exonerar de impuestos a la Iglesia Católica en todas sus estructuras, sino que,
muy por el contrario, su deseo es participar de ese pastel de dádivas que cada
año se lleva una parte del presupuesto nacional.
Usted mismo admite en medio de su
crítica, que el estado construye con el dinero público grandes templos y
catedrales para los católicos, pero que “no hace lo mismo con las otras
denominaciones”. Dice además que las iglesias deben recibir fondos del Estado,
“porque realizan un rol que debe ser responsabilidad del Estado”.
Agrega además, que “como ciudadanos
tenemos derecho”. Y que “La libertad religiosa debería implicar que a mí
también se me den las condiciones óptimas para yo reunirme y practicar mis
creencias que no ofenden a la sociedad”.
No Reverendo. Como ciudadano no tiene
derecho a recibir un sólo centavo de las arcas públicas para promover su
ideología religiosa particular, de la misma manera que no debe recibirlo un
budista, un musulmán, un ateo o un satanista. Y es que la función del Estado
moderno no es promover o financiar una o múltiples ideas religiosas, sino que,
en el marco de lo planteado por nuestra constitución, sí lo es la protección de
los derechos de las personas y el respeto de su dignidad, así como su
perfeccionamiento en un ambiente equitativo, igualitario y con justicia social.
Lo que, en cuanto a lo religioso, no implica más que las garantías de libertad
de culto expresadas en el art. 45 de nuestra carta magna.
Según la Enciclopedia cristiana del
mundo de Barrett,
Kurian y Johnson (Ed. Oxford Univ, 2da edición, 2001) el mundo cristiano consta
de 6 bloques eclesiástico-culturales importantes, divididos en 300 tradiciones
eclesiásticas importantes, integradas por sobre 33.000 denominaciones distintas en 238 países.[1] Si bien es cierto que en nuestro pequeño
país no están todas denominaciones, imagínese usted que cada grupo o grupúsculo
exija financiamiento y promoción estatal. Esto sin contar los grupos no
cristianos (judíos, budistas, hinduistas y musulmanes).
Las concesiones que se hacen a la
Iglesia Católica son injustas, no porque no se les hagan a las demás iglesias,
sino porque, al igual que la corrupción, estas concesiones drenan unos recursos
que pueden y deben dedicarse a fortalecer sectores de provecho para toda la
población: salud pública, educación, infraestructura etc.
Es una lástima que en vez de unirse al
clamor popular de que se adecente el gasto público, usted y la institución que
dirige propongan a este país una nueva carga, con la excusa de la promoción de
su fe particular.
II. Desmoronamiento moral, una excusa para
imponer dogmas.
El tema de la decadencia moral es el
argumento que por excelencia usan aquellos que desean implantar su moral, por sobre
la de los demás.
Recordando la cátedra de Ética en la UASD del inolvidable profesor, Dr. Ramón Martínez Portorreal, la moral no es más que lo que por costumbre, y en una época dada, hacen las personas. Mientras que la ética es la forma en que las personas actúan según sus convicciones: “Hacer correctamente lo que debemos hacer, aunque nadie nos esté mirando”.
Lo que de aquí se desprende es que la
moral es un asunto cambiante tanto en función de la persona, como de la
geografía y del tiempo. Nada lo ejemplifica más que la vestimenta femenina: Las
faldas que dejaban ver los tobillos eran una inmoralidad en la época
victoriana, sin hablar del horror de usar pantalones. Sin embargo, ¿a quién se
le ocurriría tachar hoy de inmoral la sobria falda ejecutiva que usan damas
como la presidente Bachelet?
Siguiendo con sus declaraciones, usted
condiciona ese “desmoronamiento moral” a una alegada agenda global, a una
colonización ideológica que “trata de importar modelos culturales, modelos
históricos que no necesariamente coinciden con la identidad del pueblo
dominicano”.
En este punto tengo que recordarle que
en 1492 el cristianismo católico fue importado como modelo cultural a las
Américas, haciéndose parte de la futura identidad dominicana, hasta que en 1911
el protestantismo evangélico al que usted pertenece, haciendo gala de la misma
técnica de “importación de modelos culturales” fue introducido desde Puerto
Rico. Incluso se redactó un informe titulado “La Ocupación de Santo Domingo por
las Iglesias Evangélicas”, según consta en la página web de la Caribbean and North America
Council for Mission (CANACOM)[2]. Partiendo de esto podemos afirmar que, a
su juicio, hay colonizaciones ideológicas buenas, y otras malas.
Según se desprende de sus declaraciones a Diario Libre, “esa agenda geopolítica global que trata de imponerse en la República Dominicana […] afecta el fundamento principal que es el de la familia, la vida”.
Agrega usted hay una insistencia de
“empujar al país a adoptar modelos de familias que no están en sintonía con el
modelo tradicional, que históricamente ha funcionado”.
Afirma además que “la promoción mundial
del aborto y la homosexualidad, persiguen romper con el modelo de familia
implantado, para inculcar otro, alejado de los preceptos cristianos”. También
subraya que “Es más fácil para mí matar la criatura que está en el útero, antes
que condenar al delincuente que abusó, que violó o que cometió un incesto.
Entonces, la legislación es más benévola con el hombre en ese sentido, y ataca
más a la dignidad de la mujer”.
Estimado pastor: El reconocimiento de
los derechos civiles de las personas LGBT es una lucha titánica que busca
equiparar a las personas de ese colectivo en su dignidad. Que a usted, a mí o a
cien no nos atraigan ese tipo de relaciones no nos faculta para denostar a los
LGBT. Es preciso señalar que, al margen de legislaciones manipuladas, una
familia es un conjunto de personas que se aman. Punto. Su capacidad de
procreación no es determinante, como no lo es su raza o condición
socioeconómica. Además, es absurdo pensar que las familias hasta ahora
instituidas se van a destruir por el mero hecho de que existan (y de hecho
existen al margen de la ley) otros modelos de familias.
Me pregunto si usted dejaría a su esposa
e hijos por el mero hecho de que se aprueben las relaciones de personas de un
mismo sexo. ¿Lo hará?, si lo hace, el problema estaba en su familia y en usted,
no en las familias compuestas por LGBT que se regularizarán y empezarán a
disfrutar de derechos sociales, patrimoniales y migratorios que las familias
“tradicionales” gozan.
Sobre el aborto está todo claro, las
observaciones del Presidente Medina al Código Penal aclaran el superior interés
de salvaguardar una vida preexistente en los casos de necesidad que la ley
permita.
Reverendo Fidel: No es cuestión de lo
fácil o no que resulte practicar un aborto, sino de los casos en los que este
procedimiento es necesario. Al parecer, usted cree que sólo se ha pedido la
despenalización del aborto por violación, cosa que es errónea. Al mismo tiempo,
aborda de manera simplista el asunto. Le recuerdo que la dignidad de la mujer
se mancilla también negándole el derecho a decidir sobre el resultado de un
embarazo que la pone en riesgo de muerte, así como de aquel embarazo fruto de
una violencia.
Abordó también en su intervención el
tema de las pastillas anticonceptivas. No le niego que existen estudios que
apuntan hacia la posibilidad de correlación entre diversos cánceres y el
consumo de estas pastillas. Sin embargo, también hay estudios que apuntan en
dirección contraria.
Lo sensato sería afirmar que la
información de la que hoy se dispone no es concluyente y que hacen falta más
estudios. Mientras tanto, hay ya más de siete mil millones de seres humanos en
este planeta y, quiera creerlo usted o no, es necesario que se concientice de
manera urgente a toda la población a que se tomen medidas de control de
natalidad. Decir lo contrario es ser irresponsable con el futuro de la
humanidad.
III. Política y religión, peligrosa
combinación
Sobre este apartado debemos aclarar que
estamos de acuerdo con su opinión de que los votantes deben “olvidarse de los
colores de los partidos y que identifiquen los valores de las personas por las
que van a votar”. Sin embargo, cuando vemos las cosas tomando en cuenta su
afirmación de que los evangélicos “representan entre el 22% y el 30% de la
población dominicana”, y lo unimos a su insistente campaña en contra de las
reivindicaciones de los derechos civiles de los LGBT y de sus posturas en
contra del aborto, no podemos dejar de sospechar que sus intenciones van por la
vía de unificar sus creencias y dogmas con las políticas públicas en nuestro
país.
Consideramos peligrosas estas
pretensiones, ya que históricamente hablando los estados cuyas políticas se
basan en estrictos códigos religiosos suelen violar sistemáticamente los
derechos humanos de ciertos grupos. Y es que, cuando se tiene una verdad
absoluta y revelada por Dios, y encima de eso un poder político amplio y sin
contrapesos es difícil negociar. Pregúntele a los que quemaron brujas en siglos
pasados, o al ISIS en el oriente medio de hoy.
El Estado, para ser democrático, está
llamado a ser laico. Se debe basar en el respeto al pensamiento de todos,
particularmente, de su creencia religiosa o del hecho de no tener ninguna. El
estado verdaderamente democrático debe enarbolar la igualdad de los ciudadanos
independientemente de su postura frente al fenómeno religioso.
En el mismo sentido, a la hora de
establecer políticas comunes a todos los ciudadanos, el elemento religioso no
debe ser el preponderante: Imaginemos que nuestro país se componga en su
mayoría por personas Testigos de Jehová, congregación que considera pecaminosa
las transfusiones sanguíneas. Si como usted dice, los legisladores fueran
electos porque se identifican espacialmente con las preferencias religiosas del
electorado, nada impediría que se legisle en contra de tan importante técnica
de salud, y se perderían miles de vidas de personas que no necesariamente
comparten el credo de la mayoría.
Por último, cuando usted llama a no
votar por aquellos “legisladores o políticos que no se identifican con nuestra
preferencia”, eso claramente suena a chantaje político y electoral. República
Dominicana no es una teocracia, es un país donde cabemos todos y todas.
Pretender imponer sus reglas de juego mediante la política no es más que una
imitación burda de las prácticas católicas, una iglesia a la que ustedes mucho
critican cuando les conviene.
No podemos negar la lucha de intereses y
de poderes que están en juego en la vida política de una nación. Por eso es
necesario tener un sistema de contrapesos para balancear los poderes fácticos
como el que las Iglesias y otras agrupaciones representan.
Estado laico es la mejor opción con que
contamos para proteger y garantizar los
derechos de todos, por el bien de todos. Intentar imponer los dogmas de
una religión, por más mayoritaria que sea, es una amenaza directa hacia el
modelo democrático, el cual con todas sus imperfecciones, es el mejor modelo
que tenemos.
Fuente: https://eduardoleond.wordpress.com/2015/03/04/una-respuesta-al-reverendo-fidel-lorenzo-meran/