Ateos colombianos |
En
Cali existe una Asociación de Ateos. La integran filósofos, docentes, economistas.
No pretenden instaurar el ateísmo ni ganar adeptos, pero sí buscan que haya una
separación entre Estado y las religiones, sea cual sea. Gobernar según la
religión pone en peligro las libertades individuales, advierten.
Por Santiago Cruz Hoyos
/ El País.com.co
Su
nombre es Roberto Oliveros. Tiene 33 años y es ateo. Lleva unos jeans, camisa
manga corta azul que en el lado izquierdo del pecho dice ‘teacher’, gafas de
aumento. Sus ojos son color verde. Roberto es docente.
Está sentado en una
de las mesas de la Biblioteca Departamental de Cali. Este y la Universidad del
Valle, dice, son de los pocos sitios de la ciudad en donde la Asociación de
Ateos se puede reunir sin temor a que los linchen, aunque propiamente en la Biblioteca
no pueden hacer ninguna manifestación o conferencia sobre ateísmo. La
Biblioteca se rige por una política mundial de la Unesco: ninguna biblioteca
pública puede incidir en política o religión. En la Departamental, entonces,
los ateos solo se pueden encontrar para conversar entre ellos.
Por Facebook les han
enviado amenazas. Grupos que se hacen llamar Los Caballeros de Cristo y los
Caballeros de la Virgen los han llamado “escorias de la sociedad”. A Roberto,
que es el presidente de la Asociación, no se le hace extraño.
Hace mucho, cuando estaba
solo y no tenía la obligación de conseguir demasiado dinero para vivir – ahora
tiene una pareja y un hijo de 7 años - trabajó en oficios de poca remuneración.
Fue mensajero, por ejemplo. Recorría la ciudad en moto entregando sobres y
paquetes.
En ese trabajo
entendió que creer en Dios en Colombia es, para la mayoría, algo natural. Tan
natural como tener dos piernas, dos brazos, una cabeza. Se cree porque hay que
creer. Porque todos creen. Por convicción, obligación, costumbre o porque sí,
pero se cree sin la más remota posibilidad de dudar.
El que decida lo
contrario es visto como un extraño. Como alguien que va por ahí muy orondo con
tres cabezas y cinco brazos. Un ser demasiado raro. Y lo raro infunde miedo,
sospecha. En su época de mensajero, recuerda Roberto, sus compañeros de trabajo
se alejaban de él cuando decía que no creía en ningún dios.
Lo mismo le sucedió
años después, cuando empezó a dar clases. Técnicamente no lo expulsaron de
algunos colegios por ser ateo, pero una vez terminaba su contrato no se lo
renovaban. No importó que fuera considerado por sus colegas y alumnos como buen
profesor o que en sus clases, jamás, difundiera el ateísmo. Lo que hace, en
cambio, es mostrarles a sus estudiantes varias teorías, posibilidades que
expliquen el mundo. La educación, piensa Roberto, debería ser así: no imponer
nada sino mostrar caminos para elegir.
Roberto nació en un
hogar católico. Lo bautizaron como a todos, cuando cumplía meses y no tenía
opción de decidir si quería ser bautizado o no. Hizo la Primera Comunión. Pero
a los 13, 14 años, empezó a buscar otro tipo de información, de explicaciones a
sus preguntas sobre el origen del universo.
También se vinculó a un proyecto político juvenil llamado Asodesca (Asociación de Estudiantes de Secundaria de Cali) muy ligada a la juventud comunista. Cuando se retiró, a sus 16, 17 años, empezó a interesarse por la cultura.
También se vinculó a un proyecto político juvenil llamado Asodesca (Asociación de Estudiantes de Secundaria de Cali) muy ligada a la juventud comunista. Cuando se retiró, a sus 16, 17 años, empezó a interesarse por la cultura.
Roberto, que estudió
historia en la Universidad del Valle y ahora cursa otra licenciatura en
ciencias sociales, cree en el materialismo filosófico. No es el materialismo de
quien está apegado a las cosas materiales. Roberto considera que la existencia,
no solamente humana sino de las otras especies, del cosmos mismo, es material.
Y que esa materia lo que ha hecho es evolucionar a través del tiempo y adoptar
diferentes formas. Entre otras cosas, la Asociación de Ateos de Cali se dedica
a la divulgación científica. Organizan seminarios sobre astronomía, charlas
sobre los nuevos hallazgos de la teoría de la evolución y eso sí lo pueden
realizar en la Biblioteca Departamental.
La Asociación de
Ateos nació legalmente en mayo de 2012. Fue la primera de Colombia. Ahora
también existen en Bogotá, Barranquilla y Pereira. La de Cali está registrada
ante la Cámara de Comercio y la conforman una treintena de personas que, como
Roberto, son sobre todo académicos: Ricardo Infante es diseñador gráfico; Luis
Molina, ingeniero en sistemas; Carlos Alberto Garcés, economista. También hay
investigadores, docentes, ingenieros, fotógrafos, historiadores, abogados, un
médico cirujano.
Fabián Granobles
Ocampo, 26 años, es filósofo. En todo el país, calcula, pueden ser 500 los
ateos militantes y su intención no es andar por ahí ocultos, escondidos,
temerosos de los señalamientos.
Porque otro de los
objetivos de la Asociación es desmitificar el ateísmo y para ello hay que darse
a conocer, dar la cara. “No somos el coco que la sociedad cree. Somos libre
pensantes, personas que están dispuestas a trabajar por la sociedad”, dice
Fabián.
Sin embargo algunos
los confunden con satánicos, cuando ellos tampoco creen en el diablo. Otros los
llaman anticristos, inmorales. Otros simplemente los llaman estúpidos. ¿Acaso
ver un arco iris, una mariposa de colores, el sol, el mar, no es suficiente
para cerciorarse que existe Dios?, se preguntan.
Otros en cambio les
temen, los confunden con brujos o gente que practica rituales ocultos, cuando
ser ateo es lo apuesto a todo ello: es simplemente no creer en dioses.
Esa opción de
pensamiento, interviene Roberto, no los hace ni buenas ni malas personas.
Tampoco intelectuales o más inteligentes que los demás. Simplemente optaron por
creer en otras teorías distintas a las religiosas. Los ateos, en resumidas
cuentas, son ciudadanos corrientes. Puede ser el que maneja el bus, aquel
policía que custodia el orden público, el profesor de matemáticas.
El Padre José Gabriel
Gómez, del templo del Sagrado Corazón de Jesús de Cali, concuerda en ese punto
con ellos. Considera que mientras una persona actúe de acuerdo a la ética, no
interesa en realidad a qué religión pertenezca.
El mismo Papa
Francisco lo ha dicho: “los ateos son buenos si hacen el bien. La Iglesia está
no solo para confirmar en la fe en Jesús a los creyentes, sino también para
suscitar un diálogo riguroso con quien se define un no creyente”.
En la Asociación, sin
embargo, no trabajan para que otros se conviertan en ateos. En realidad les
tiene sin cuidado lo que crea o no el resto de la humanidad. Su lucha, en
cambio, es más política, aunque tampoco son un movimiento político. Son, mejor,
un movimiento civil que busca incidir en la política del país en un sentido:
separar el Estado de la religión, sea cual sea. Es decir: buscan que
no se gobierne, no se legisle, según la religión de los gobernantes, sean
católicos o protestantes. Y es lo que está sucediendo hoy en el país, considera
Roberto.
Los ejemplos abundan.
El procurador Alejandro Ordóñez, un católico recalcitrante, comenta, ha
estigmatizado como pecado la posibilidad legal que deberían tener dos personas
del mismo sexo que se amen de unirse en matrimonio civil. También, desde la
Procuraduría, se ha orientado a los médicos para que argumenten la objeción de
conciencia y no practiquen abortos en tres casos puntuales que, según la
sentencia T355 de 2006 de la Corte Constitucional, están despenalizados en el
país: si hubo una violación sexual, si la madre está en riesgo de muerte o
cuando el feto pueda padecer malformaciones.
Un concejal de
Bogotá, Marco Fidel Suárez, también, ha solicitado que en el país no se celebre
el 31 de octubre, Día de los Niños, porque lo considera “una fiesta del
diablo”.
Para Roberto y para
la Asociación de Ateos de Cali, entonces, un Estado dirigido bajo esas
doctrinas religiosas representa un peligro contra los derechos y las libertades
de las personas. Está bien que cada uno de los ciudadanos crea en lo que le
plazca, pero no que las leyes que cobijan a todos terminen vulnerando las
libertades de los que piensan distinto.
Y, se pregunta
Roberto, ¿por qué parte de los recursos de los contribuyentes se destinan a
financiar grupos o eventos religiosos como el Festival Gospel de Cali, cuando
no todos los ciudadanos que pagan impuestos comparten las creencias de esos
grupos?
La Asociación de
Ateos de la ciudad le envió un derecho de petición a la Alcaldía preguntándole,
precisamente, cuánto dinero se destinan para financiar actividades y grupos
religiosos. El derecho de petición no ha sido respondido y Roberto advierte,
antes de despedirse de la Biblioteca, que entonces instaurarán una acción de
tutela.
Afuera de la Departamental,
después de una tormenta que inundó a la ciudad y mientras Roberto camina por la
Calle Quinta, algunos se preguntan por qué en Cali cuando llueve, pareciera el
fin del mundo.
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