Por Orbis Beltré
Tú me insultas, yo
te insulto; tú quemas mi bandera, yo quemo tu bandera; tú matas a uno de los
míos, yo mato a uno de los tuyos... es la actitud que por años han asumido, dos
partes que igualmente ocupan el lugar de víctimas en dos países en una misma
isla.
El antihaitianismo y
el antidominicanismo son un lastre vergonzoso que se impone por encima de la
sensatez corrompiendo el sentido común, y hoy más que en el pasado que se
cuenta desde la Independencia efímera al 27 de Febrero de 1844, y desde esta
magna fecha a la Batalla de Sabana Larga, del 24 de Enero de 1856, se pavonea
con orgullo, enarbolando el atropello como si fuera un sentimiento nacionalista.
Estos hermanos que
por tanto tiempo a ambos lados de la frontera han venido azuzando la
barbarización de la conducta humana, no pueden ser explicados sino a partir de
dos Estados que han sido suplantados por el crimen organizado ejercido desde la
clase intelectual, desde la clase empresarial y desde el liderato político,
tanto de República Dominicana como de Haití.
El antihaitianismo y
el antidominicanismo deberían ser la prueba irrefutable de cuán grande ha sido
el fracaso de los sistemas educativos de ambos pueblos; este asco deja al
descubierto además, cuán chapucera ha sido la familia como núcleo de nuestras
sociedades.
Dominicanos y
haitianos, nuestra condición de oprimidos no debe volvernos contra otros tan
oprimidos como nosotros.
El enemigo del
pueblo dominicano no es el pueblo haitiano, y así tampoco, el enemigo del
pueblo haitiano no es el pueblo dominicano. Los enemigos nuestros son estos
gobiernos que se han empeñado en convertirnos en desgraciados a través de unos
Estados estructurados para el consentimiento de la inequidad y de la
injusticia. Pero al parecer no nos hemos dado cuenta de esto, y puede que
estemos comportándonos como dos pueblos de lerdos.
Solo siendo dos
pueblos de lerdos podría tener algún sentido el ultraje contra seres humanos
que sobreviven apenas; solo siendo dos pueblos compuestos de idiotas podría
tener sentido el uso de los símbolos patrios, para humillar; solo si somos dos
pueblos de tarúpidos podría tener sentido la incitación a la violencia en
nombre de un patriotismo o concepto geográfico que nadie tiene derecho a
invocar para enemistarnos ni para que la frontera que nos delinee como
sociedades distintas sea el odio.
Es urgente que
debemos saber, dominicanos empobrecidos y haitianos empobrecidos , que entre
los gobiernos de República Dominicana y de Haití no hay animadversión, sino que
ellos, como figuras de poder, son aliados en el robo hasta de nuestros sueños.
Y por eso es que ustedes, haitianos, se ven en la imperiosa necesidad de cruzar
como sea a nuestro país; y por eso es que ustedes, dominicanos, se juegan la
vida echándose al canal de la Mona para llegar a Puerto Rico en busca de la
dignidad que no pueden alcanzar en su patria.
Es urgente que
debemos saber, haitianos y dominicanos, que entre las élites de Haití y de
República Dominicana no hay desacuerdo en delinquir contra ustedes y contra
nosotros, sino que día a día en una alianza malvada conspiran contra el
bienestar de la isla, y que la forma como lavan su crimen es lanzándonos encima
un fardo cargado de tanta ignorancia, que incluso la mirada culposa que
deberíamos dirigir hacia ellos, nos la intercambiamos nosotros, queriéndonos
matar mutuamente.
No nos matemos,
dominicanos y haitianos sin visas ni cuentas bancarias en cada paraíso fiscal
del mundo.
Dominicanos y
haitianos empobrecidos, si alguien hay que merezca la muerte, no está entre
nosotros, no está entre nuestra realidad de seres humanos azotados por males
tan evidentes como el hambre, la falta de salud, la falta de educación, la
falta de seguridad social, la falta de protección ciudadana y la falta de
justicia.
¡Haitianos y
dominicanos, no nos matemos entre nosotros, por favor!
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