Jean-Jacques Rousseau |
Por Orbis Beltré
En estos tiempos,
que tanto la transculturación como la penetración cultural son un fenómeno
persistente desde y hacia todas las latitudes de la tierra, arrastrando
costumbres y tradiciones diversas, un Estado que no se apegue al criterio de la
laicidad, es un Estado que estará sujeto a grandes conflictos antropológicos,
étnicos y sociológicos, que más temprano que tarde terminarán en episodios
violentos.
Un caso de cómo un
Estado no laico podría confrontar serios problemas incluso de orden moral:
En los estrados de nuestros tribunales está el cristo crucificado, ante el cual el imputado debe jurar la verdad.
En los estrados de nuestros tribunales está el cristo crucificado, ante el cual el imputado debe jurar la verdad.
El Estado dominicano
educa, según su ley de Educación 66-97, artículo 4 inciso E, en principios
cristianos.
El dios judeocristiano, en su libro que el
Estado dominicano, a través de la ley 44-00 que modifica la ley 66-97, lo asume
como su palabra -la de ese dios- y como un libro perfecto, se lee que el dios
judeocristiano (Núm 15:32-35), manda a que todo aquel que sea sorprendido
trabajando el día sábado sea matado.
Entonces...
¿Qué sucedería si un
día, un adventista, imputado de asesinato argumenta ante el jurado que lo
obliga a deber obediencia a la Biblia, que a quien él asesinó lo sorprendió
trabajando el día sábado, en franca violación al libro de Números, en su
capítulo 15, versos 32 y 35, y que él, como cristiano adventista, y como
partidario de que el Estado reconoce perfección en la Biblia, convino en privar
de la vida a su víctima, como un tributo para honrar al dios suyo y del Estado
dominicano?
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