Orbis Beltré |
Que mi familia y mis amistades y el pueblo dominicano puedan superar la orgía de corrupción, de accidentes de tránsito, de sangre y de tragedias, que representa esta semana cada año en nuestra sociedad.
Ayer hice un breve recorrido por algunas de las esquinas de mi barrio, y vi cómo muchos se gozaban el viernes que es santo.
Un dato muy curioso y que debería ser de gran valor para psiquiatras, psicólogos y sociólogos, es el hecho de que los dominicanos que ayer viernes santo estaban tomando ron, bailando, brincando y con una contentura a la máxima potencia ¿celebrando qué? son las mismas personas que el 25 de diciembre se dejan ver así mismo celebrando el natalicio de quien entienden que es su guía, su protector, su amuleto de la suerte, su salvador, su dios.
O sea, para justificar el gozo y la borrachera del 25 de diciembre, el pretexto está sellado en el nacimiento de su salvador. Sin embargo, pareciera que el gozo y la borrachera del viernes santo se legitima en el asesinato de quien habían entendido que era su guía, su protector, su amuleto de la suerte, su salvador, su dios.
Puede que nadie se ponga en atención frente a este hecho, pero echando un vistazo al asunto, no es difícil llegar a esta conclusión: el cristianismo es la religión no solo menos razonable, sino que también, es la más cuestionable por su abundante componente de absurdos.
En esta oportunidad quiero compartirles solo uno de los muchos absurdos en los que se sustenta el cristianismo: el Jesús bíblico es hijo de un padre que es él mismo. Esa es la posición teológica que triunfó en el concilio de Nicea en el 325 de nuestra era, misma que ha prevalecido tanto en la Iglesia católica como en la Iglesia protestante.
El asesinato del hijo del padre, que es el mismo padre, estaba previamente decretado por el padre que es al mismo tiempo el hijo. Vea usted qué bonitura de trabalengua!
El padre, que es el mismo hijo, antes de concebirlo al estilo de aquella lombriz que se autoaparea uniendo sus puntas, lo pensó y se autopensó con un plan macabro: debía ser asesinado. Pero incluso, sin preguntar a ningún ciudadano del mundo si quería hacer el papel de “villano” contra su hijo que es también el padre, pone en la escena de esta insuperable estupidez a un llamado Judas.
Judas entonces estaba predestinado por el padre que es el hijo y viceversa, a derramar la sangre del hijo que es inocente y lo contrario, porque es también el padre autor intelectual del asesinato, dizque para salvar a la humanidad de la ira del mismo padre que es el hijo.
Espero que no se me confundan, aunque puede que ya lleven milenios confundidos y de ahí la explicación de lo que pude ver ayer viernes santo.
Y Judas, sin que fuera su voluntad, sino la voluntad del padre que es el hijo, “traiciona” esta bipersona para luego esta bipersona no librarle de un sentimiento de culpa que no era suya y que lo lleva finalmente a suicidarse, para que entonces su nombre pase a ser condenado por parte de los creyentes cristianos por los siglos de los siglos.
Una pregunta que se me ocurre y que considero válida: ¿No hubiera causado más repudio hacia Judas el no haber "traicionado" al hijo que al mismo tiempo es el padre?
Pues imagínense, si Judas no hubiera actuado como actuó, eso iba a significar que el padre que es hijo de sí mismo se habría equivocado, y todas las profecías hubieran caído al atolladero inmediatamente. Así que, el tratamiento despectivo que los cristianos han dispensado desde siempre a este personaje bíblico llamado Judas, tendrá que cesar el día que el razonamiento llegue al cristianismo.
Mientras tanto, ayúdame, Freud!
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