Carlos Márquez |
Por Carlos Márquez
Colaborador de ATEODOM/Asociación de Ateos Dominicanos.
Fideísmo: la fe por sí sola es suficiente, y no debe
estar sujeta a evaluación racional: "Yo creo y eso es suficiente para
siempre”.
Al igual que Kierkegaard, si soy capaz de comprender a
Dios de manera objetiva, no lo creo, pero precisamente porque no puedo hacer
esto, tengo que creer. De modo que si esto es un salto de fe, ¿por cuál fe debo
saltar?
Unamuno pensó contrario a Hegel (todo lo que es
racional es real y todo lo real es racional), que lo que realmente es real, es
irracional; que la razón está basada en la irracionalidad.
Para Unamuno la vida y la razón son dos polos opuestos, lo que es vital es irracional y lo que es racional es anti- vital, como dos estratos de la realidad: lo que es evidente y lo que es real. Lo que es evidente abarca los fenómenos de la naturaleza y lo racional.
Para Unamuno la vida y la razón son dos polos opuestos, lo que es vital es irracional y lo que es racional es anti- vital, como dos estratos de la realidad: lo que es evidente y lo que es real. Lo que es evidente abarca los fenómenos de la naturaleza y lo racional.
El otro es noúmeno: las fuerzas irracionales, ocultas,
latentes y encubiertas lejos de la razón, por tanto, el sentido trágico de la
vida.
El hombre se encuentra de espaldas contra la pared
entre la fe y la razón, la humanidad es consciente de que la fe es incompatible
con la razón y, sin embargo necesita de ambas.
Unamuno tampoco se puede amparar tan solo por la razón
ni abrazarse exclusivamente solo por la fe. El "hombre de carne y hueso
" no ha escapado tampoco, sino que oscila perpetuamente entre ambas.
Al igual que Goya (El sueño de la razón produce
monstruos), la razón produce pesadillas a Unamuno; pesadillas surgen de su
incapacidad para contradecirla. La verdad es la verdad, colocada en la escena
de la realidad como la tarde en que se llevó un bloque de hielo a Macondo por
primera vez, es innegable. O como un jugador de ajedrez resolviendo un mate en
7 movimientos, una vez resuelta la solución es real, pero no antes.
Unamuno lucha, porque la verdad es un tema de
contienda, ya que solo tenemos un acceso insuficiente a la realidad,
sólo monedas de cinco y diez centavos, y no a todo el tablero de ajedrez,
piezas o reglas para resolver el rompecabezas. Lo único que queda para Unamuno
es que la fe no puede existir sin la razón y la realidad sin el enigma.
Queda entonces un “Dios” que elude el escrutinio de la
razón, inaccesible al método científico -como tratar de ponerle la mano encima
a una de las formas de Platón-. También está el “Dios” vía la fe y ese es el
“Dios” al cual la humanidad rinde culto, oración y devoción. Y cuando la fe
está encima de la mesa desaparece la evidencia (¡abracadabra!) y aparece tal o
cual versión de “la verdad”.
El uso de la religión para buscar respuestas es como
usar una sierra para apretar un tornillo.
Entonces se llega al impasse clásico de la fe y la
razón -la esencia de la cuestión que nos ocupa-.
No encuentro reconciliación o terreno común. La fe es
-creer sin- o a pesar de la razón. El concepto mismo de la fe trae consigo una
depreciación de la razón, y sin ese elemento de lucha contra la razón, el
concepto de fe queda estéril.
La fe como un supuesto método de adquirir conocimiento
es totalmente inválida -y por consecuencia- todas las proposiciones de fe -al
carecer de demostración racional- entran en conflicto con la razón.
En la medida en que la fe sea posible, es irracional -por tanto- en la medida que la fe es racional, es imposible.
En la medida en que la fe sea posible, es irracional -por tanto- en la medida que la fe es racional, es imposible.
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